domingo, 11 de diciembre de 2011

La obsesión de Julia

Y aquí os dejo el cuento
Tras la ventana de la cocina. Junto a unos platos de porcelana y los ingredientes necesarios, está Julia. Prepara unos filetes rusos y una ensalada. Sentado junto a una mesa de madera desconchada, con unas marcas de tazas de café, está él, que fuma un cigarrillo y bebe una cerveza. Él detiene su mirada en las manos de Julia que le parecen blandas y flexibles  como esas golosinas que se  compran a los niños. Julia no para. Ahora darle forma a los filetes, ahora mezclar el huevo con la carne para después mezclarla con el pan rallado. Entonces él la llama y le pide que se siente en sus rodillas y le cuente algo. Julia deja su quehacer  y hace caso de él. Le cuenta que está preocupada, que de unos días a esta parte le nota distante y que en alguna ocasión le ha visto sonreír solo. Le pregunta que si no anda con otra y le repite que está preocupada. Él le acaricia el cabello y le pide  por favor que no se preocupe, que se trata de otra de sus obsesiones y que si se encuentra muy mal siempre pueden acudir al médico. Julia le dice que no, que se encuentra bien o al menos no tan mal como para tener que acudir al médico. Vuelve a sus filetes mientras él le pega otro trago a su cerveza y apaga el cigarrillo con desgana.

Cenan en silencio. Julia se pregunta por qué él no dice nada y él se pregunta por qué Julia no habla. Y así, sin palabras, transcurre la cena hasta que terminan, Julia recoge y se acuestan.

Esa noche Julia se despierta y se da cuenta de que él no está a su lado. Se levanta y enciende la luz para buscarle. Es fácil ver enseguida si está o no pues viven en un apartamento de apenas siete metros cuadrados donde no hay puertas que separen cada estancia. No hay nadie. Julia siente que se ahoga y al momento cree que va a vomitar. Le llama por teléfono pero nadie contesta. Julia piensa que se trata de un mal sueño así que vuelve a acostarse. Al momento se da cuenta de que no puede dejar de dar vueltas en la cama y entonces sabe que esa noche le será imposible conciliar el sueño. Sin embargo después de varias horas se queda dormida.

- Anoche no estabas - le dice Julia mientras desayunan.
- Claro que estaba - contesta él.
- No, me desperté y te busqué y no estabas - insiste Julia.
- Julia, ya sabes que si te encuentras mal podemos ir al médico…

Julia le dice que se encuentra bien, pega un bocado a su bollo de chocolate y le pide que dejen el tema.

Por la tarde Julia se queda sola. Él le ha dicho que tiene que resolver un encargo de trabajo con uno de sus socios y que llegará tarde. Julia intenta no pensar, no angustiarse con su obsesión pero a cada rato le vienen imágenes de su pareja besándose con otra mujer.

Junto a unos libritos de cocina que él un día compró y ella nunca leyó encuentra una revista de crucigramas. Se sienta y con los pies sobre la mesa desconchada se pone a pensar en las palabras correspondientes a cada definición. Baja el volumen de la tele aunque de cuando en cuando le echa una ojeada. De pronto deja la revista y sube el volumen del televisor. Una víctima más de la violencia de género expone su caso. Julia piensa que la culpable de todo es la propia mujer, por elegir mal, porque eso desde un principio se nota. Luego piensa que todos los hombres son unos desgraciados y que no, que al principio no te das cuenta  pero luego o te pegan o te son infieles. “Que desgraciados” refunfuña mientras se dirige a la cocina para prepararse un café. Entonces empieza a pensar que tal vez su pareja esté en el cine con alguna chica y le parece ver un montón de cucarachas arremolinadas en el plato de la ducha y se le cae la taza de café al suelo formando un estrépito que la asusta casi más que las cucarachas. Julia rompe a llorar llevándose las manos a la cara. Luego seca sus lágrimas y se toma una de sus cápsulas amarillas. Recoge el desaguisado y se prepara otra taza de café. La toma ya más relajada.

Mira el reloj. Ya casi es la hora de cenar. Piensa en hacer unas tortillas pero como esa noche no tiene que preparar cena para nadie decide comer unas galletas de chocolate y otro café. Mordisquea las galletas mientras mira el televisor y otra vez vuelve a angustiarse al acordarse de la noche anterior y de cómo se despertó y él no estaba. Luego se prueba una falda gris ajustada que ha comprado hace apenas dos días. Piensa en que no le queda mal y en que pasaría si saliera así, en ese mismo momento, a la calle a dar un paseo. Pero no lo piensa en serio así que vuelve a ponerse sus pantalones de chándal y sigue mordisqueando las galletas que ha dejado encima de la mesa. Pega un sorbo más a su café y lo termina. Después se acuesta sobre la cama sin dejar de mirar el televisor. Al rato se queda dormida.

De pronto el ruido de la puerta la despierta. Mira el reloj. Son la tres y veinte de la madrugada. Ve como entra él acompañado por una muchacha pelirroja, despeinada y mal maquillada. A Julia le parece que la mujer tiene aspecto de prostituta pero no dice nada. Ve como se ríen y se miran de una manera que a Julia no le gusta nada. Él se acerca a Julia y le dice que es una amiga y que por qué no les prepara unos filetes rusos. Mientras Julia se aleja para cocinarlos le parece escuchar que él dice algo así como “es lo único que sabe preparar, la pobre” pero no hace caso y piensa que se trata de un delirio producto de su enfermedad. Cuando Julia termina de preparar los filetes, se da la vuelta y los encuentra besándose, con la ropa a medio quitar y llenos de una pasión que a Julia le resulta mediocre. Entonces se pone como loca y les tira los filetes por encima sin dejar de chillar. Él intenta pararla mientras le dice:

- Tranquila, Julia. Si te encuentras muy mal ya sabes que siempre podemos ir al médico.

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