La
aventura de mi vida ha sido toda mi vida. Y lo seguirá siendo por los siglos de
los siglos y amén. Aunque no soy cristiana pero sí creyente y cuando renazca de
nuevo seguirá siendo una aventura. La de aquella que peca de ignorante bajo un
Sol de purpurina que hace lucir aún más su falda floreada y enfoca un
entrelazar de manos, las que, en ese momento la acompañan en su viaje restando
el peligro evidente de quien sufre de bondad. También he estado sola, bajo
techos de paso, con humedades y grietas amenazantes ante lo que estaba por
venir. Acariciando ya mi prominente vientre busqué un techo de vigas en la
buhardilla de juguete. Luego viví entre música de aquel que me llevó a su lugar
secreto donde un techo con telarañas me avisó que podía ser atrapada y corrí
para llegar a otro lleno de luces al que lancé la mía.
He
vivido bajo muchos techos pero cuando viví sin él comprendí cual era mi
verdadera aventura y aunque sé cual es aún está por llegar. Las estrellas me lo
indicaron como brújula en el bosque mientras te envuelve la más oscura noche.