sábado, 15 de abril de 2017

Hoy me despertaron los rayos del sol

En esta laberíntica soledad junto a abismos, mundos de príncipes y hadas, perros huérfanos a los que nadie quiso adoptar y se les pasó el arroz, funambulístas que hasta ya tiemblan y aún así siguen arriesgando su vida. En este lugar que de nombre maldito fue ayer y hoy quieren cambiarle de nombre cuando hace años que lo perdió, en este lugar bajo nuestras pisadas de lana y algodón crece mala hierba que nos apresuramos a arrancar y a esconder en un rincón. De vez en cuando alguna tímida flor, o un duende infiltrado ¿acaso también un actor? Ahora, aquí estoy yo. Laberíntica en mi laberinto donde por suerte (quizá la del trébol de cuatro hojas que encontré cuando recorrí el Camino de Santiago) Apóstol divino de mi devoción que me regaló tantas salidas como oportunidades. Se me ocurre como mi vecino puede no abrir nunca el buzón. "Siempre está lleno de malas noticias" dice él "ya, pero y si un día llega una buena". Con dar una patada a una piedrecilla veo mil sonrisas a mi alrededor. - La vida está ahí afuera- no quiero condolencias, ni pésames... cenizas de plata caerán al mar cuando la hora haya de llegar. Mientras tanto seré una aventurera pernoctando noche aquí, noche alla o pasando algún tiempo en un mismo lugar

Soy persona


Soy autónoma, soy autosuficiente, soy creativa, soy mujer, soy madre, soy autónoma, soy autosuficiente, soy alegre cuando no estoy triste y triste cuando no estoy alegre, soy la luna de tus noches y el sol de tus amaneceres, soy autónoma, soy autosuficiente, soy tu mejor amiga, se guardar los secretos, soy poetisa marginal o de minorías de baja y alta escala, soy el perfil bello que ves tras mi ventana, mis labios son cereza, fresa, grana, soy autónoma, soy autosuficiente, soy luchadora innata, llevo la fuerza en sangre, ADN codificado para la dulzura y la bondad, soy la fiera que quisieras y no quisieras encontrar, niña de vestido azul mordisqueando una chocolatina, soy entusiasta, soy capaz, soy autónoma, soy autosuficiente, soy madre, soy mujer, busco mi libertad como el que intenta encontrar la estrella más brillante en el firmamento, soy autónoma, soy autosuficiente.

Vida


Tú me enseñaste a mirar
Como quien ve llover
Cuando no merece la pena
Tú me enseñaste
A que mis manos fueran
Cuencos de agua
Y no derramar
Ni una gota
A no hablar demasiado
Ni muy bajo
Ni muy alto
A decir no
Cuando es necesario
Y no arrepentirte
Al dar la espalda
A unos ojos
En supuesto llanto
Tú me enseñaste
A comprometerme
Si es correcto
El trato
Y a mentir
Si es cuento inventado
A tener siempre
La última palabra
A cerrar la boca
No a que me la cierren
Tú me enseñaste
A ser una fiera
Y a ser un encanto
Tú me enseñaste
A jugar con fuego
Y no quemarme
A crecerme 
Frente a las adversidades
A no echar
Más margaritas a los cerdos
Si soy hippie
Y de mis manos caen flores
En son de paz y amor
Tú me enseñaste
El color blanco
Al girar y girar la rueda
Y montarme en esta noria
De la que me cuesta
Tanto bajarme
Se agotó el presupuesto
Del ticket
¿Próxima parada?Quién sabe
Tú me enseñaste 
A de lo malo
Ver lo bueno
Y a sacar las ventajas
De una larga instancia
En el infierno
Tú me enseñaste
Yo misma me enseñe
VIDA

El secreto


Siempre que paseamos por el parque, por nuestro parque, ese que nos llena de frescor y un inconmensurable azul alma y corazón. Tu mano entre la mía, sin apenas hablar, conservando aún esa timidez y hormigueo en la tripa de cuando nos conocimos. Yo quince, tú diecisiete. Y me sigues preguntando por qué me río tanto cada vez que se nos cruza volando una mariposa blanca en nuestro camino, en nuestro viaje. Tú de mi mano, yo de la tuya. Solo puedo decirte que me causa mucha felicidad, no más porque es un secreto que no te contaré, que haré grabar en la lápida de mi tumba cuando falte, cuando te falte, Dios quiera que dentro de muchos, muchísimos años, por ahora y por siempre hasta el fin no puedo contártelo, no más. Entonces ese batir tan ligero de alas inmaculadas y tú perplejo porque me hacen remontarme al pasado cuando todas las tardes de verano, el reloj marcando las cinco, acudía a este mismo parque a leer bajo la sombra de un árbol. Me acompañaban el olor a eucalipto y el trinar de los pajarillos que, despistados daban saltitos cerca de mi, confundiendo mi cigarrillo con comida desmenuzable. Ambas cosas me encantaban: tanto fumar como adentrarme en esas historias que podías encontrar en los mares de libros llamados bibliotecas. Y ahí siempre estabas tú. Te sentabas bajo otro árbol muy próximo al mío, justo frente a mi, a leer tu libro solo que tú no fumabas. Me fijé, sobre todo, en esos ojillos tras el cristal de tus redondeadas gafas llenos de viveza y curiosidad, en ese atractivo gesto de colocártelas cuando se te resbalaban por tu afilada nariz mientras leías, en tu pelo alborotado como recién levantado ondeando en la brisa; olas de mar y en tus manos grandes y de finos dedos como de pianista.

Coincidíamos casi todas las tardes y durante algún tiempo fuiste un amor platónico para mi. Cada vez pensaba más en ti, cuál sería tu nombre, qué genero literario sería tu favorito, si saldrías con alguna chica, tantas cosas... te miraba sin que te dieras cuenta, embelesado en tu lectura y alguna vez vi que tú también me mirabas como con dos signos de interrogación en tus pupilas. Fue en una de esas que, justo, se me cruzo una mariposa blanca y rápidamente pedí un deseo como tantas veces había hecho antes sin que se cumplieran y, sin embargo, yo seguía repitiendo en homenaje ami abuela que no en vano siendo niña me recordaba de su importancia y la garantía, según ella, de que los deseos se cumplían.

Y ahora, aquí vamos los dos, paseando de la mano, por el parque en el que nos conocimos. Yo treinta, tú treinta y dos. No hablamos mucho y me sigues preguntando por qué me río tanto cada vez que se me cruza una mariposa blanca en el camino.