miércoles, 31 de diciembre de 2014

No suelo poner una X en los días del calendario

Jueves, viernes, sábados, domingos siempre absurdos. Horas gemelas cada día. Noches donde el alcohol y la música seducen. Indeseables que solo buscan una chica para pasar un buen rato. Chicas que solo buscan un par de oídos y un abrazo y aún así, pasan un buen rato, que después se convierte en arrepentimiento y asco. Se repiten los días, se repiten las noches, los momentos, las conversaciones. El murmullo del niño sigue igual, el llanto del río, el grito de la olas, el ocre de las hojas en Otoño, los ojos del gato vagabundo, igual.

La esperanza siempre es gris, como las paredes de esa habitación. De mi verdadera habitación. Al amanecer, los rayos del Sol acarician su oscuridad e intentan iluminar mis ojos pero la esperanza sigue matándome, poco a poco, con su presencia oscura. Corre por mis venas tiñiendo la sangre con su fuerza y todas las palabras, entonces, pierden su significado, y todas las personas que conozco dejan de ser ellas para convertirse en esperanza. Solo esperanza, siempre esperanza. Y él me lo dijo "no pierdas la esperanza" dichoso ángel de mi vientre y garganta. Los recuerdos me amenazan con esa canción amarga de estribillo resplandeciente. Quiero ser como él. Contar con su inteligencia, su fuerza, su estilo. Le veo, sentarse en el escalón de un portal. Mira el suelo y se abraza a sí mismo. Está cansado y solo tiene veinte años. Sé que no dormirá en casa. La noche, el portal y la amistad de ese gato que ahora no quiere soledad y junto a él se ha acurucado serán suficientes y necesarios.

No volverás a usarme. Me quedo aquí pues he de llevar a otro.
Un esfuerzo, un despertar silencioso, una mañana tibia, un atardecer lejano, unos ojos rasgados en la supeficialidad de quien no quiere ver su propia mirada, pero quedan en tu ilusió, en tu recuerdo y por eso mismo sé que todo es mentira. Un sentimiento intenso, cuéntame un cuento pues quizá solo puedas ser mi padre y yo una niña con cesta de mimbre y por sombrero un trapo. Un deseo, una marga realidad, dame, dame de tu boca un poco más, un amigo que consuela, en el sueño que nunca logro soñar, una llamada a deshora cuando es la mejor hora para hablar, una noche sin dormir, dos, tres, un sin fin, un cuerpo frío si no tenemos donde dormir, tú nervioso, yo tranquila, tú cuerdo, yo borracha, una mirada insegura y hermosa, hazme sentir dichosa, una eterna confusión y buscar la cura en otra locura, gente que no es lo que parece, y lo que yo parezco te puede resultar diferente pero también soy gente, de aquí a allá, de acá para allá, como un sin vivir si el niño en toda la noche no dej de llorar. Y ¿dónde parar? Si no sé dónde paras tú. Y ¿Para qué hablar? Si de tus labios solo sale una media verdad y yo solo se disimular lo que guardo en realidad. Hay palabras que protegen, Lunas que nos son pálidas y sino mira a esa chica, días en los que siempre es de noche y noches mejores que los días, despedidas que entierran un destino. ¡Por Dios! Como odio las despedidas aunque me marche con un guiño del que quizá te arrepientas. Distancia que hace olvidar y dibujarás el mar, momentos que llegan de nuevo y otra vez vuelve a doler la despedida aunque esta vez me marche con un beso de tu boca y de la mía. Sentirser insignificante, buscar un modo de no ser malvada, hallar la manera de ser mala, procurar que no duermas con mi demonio, esconderlo debajo de la cama y siempre ese corazon oscuro que emana dulzura y nadie se explica la razón. Y sigue el calendario. Lunes, martes, miércoles.... vacíos.

¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!!

Hola: feliz año a todos y espero que este año que entra sea mucho más positivo, lleno de amor y proyectos cumplidos. ¡¡¡Feliz Navidad!!! Aunque, a veces, no sean tan agradables como desearíamos.

Aquí os dejo un relato. Otra vez rebuscando en mis cajones. Llenos de agendas, dibujos, postales, cuentos y poemas. Este lo debí escribir también a los 14 o 15 y quiero dejarlo aquí porque quizá y espero os guste leerlo. Un beso muy fuerte a todos.


MUERTE PARA DOS

Quizá podría haber sido así.
SONRÍE


La casa estaba solitaria, fría y triste. La maldita lluvia no dejaba de golpear el cristal mientras yo intentaba encontrar calor y consuelo en un vaso de leche bien caliente. El ruido provocado por las gotas al chocar contra la ventana aturullaba mi cabeza, me mareaba. Exaltada por la congoja abrí, bruscamente, las puertas del balcón y asomándome a la calle dejé que aquel agua del cielo se mezclara con el de mi profunda tristeza. Estuve un rato así. Quieta. Mirando las estrellas y sintiendo el frescor de la noche parisina en mi rostro. Poco a poco dejó de llover.

Aceptar que mi hermana había muerto era tan difícil.... Su recuerdo permanecía vivo en mi. Aquella risa voladora que siempre despertaba mi alegría dormida, la dulzura de su voz, la bondad de sus manos traducida en abrazos y caricias, su generosidad.... ¡Era mi hermana! ¡No podía olvidarla, así, de repente!

Según los médicos la muerte había sido provocada por un ataque al corazón. Le ocurrió mientras comía. Mi cuñado también estaba muy afectado por el suceso. Aquella tarde me dijo que necesitaba emborracharse y que no le esperase hasta por lo menos la una de la madrugada. Aún eran las once y media. Quise dormir para escapar de aquel infierno pero no pude. Él iba a venir, no podía ser tan desconsiderada. Intenté entonces mantenerme entretenida leyendo algún libro. Me acerqué a la estantería donde estaban y donde antaño había visto a mi hermana colocarlos por orden alfabético y tomé uno. Al hacerlo unos papeles cayeron. Los cogí. Era un texto de dos páginas, mecanografiado a doble espacio. Debía ser obra de mi cuñado, pues era aficionado a la escritura y, de vez en cuando, en las reuniones familiares, nos sorprendía leyendo alguno. Aquel se titulaba " Muerte para dos". No me sonaba. Tentada por la curiosidad me acurruqué en el sillón y me dispuse a olvidar, durante unos momentos, la pesadilla que estaba viviendo:

"Julia supo que nada podía hacer. Se estaba muriendo. Se ahogaba. Estaba perdiendo la vida mientras su marido, sonriendo, la miraba y tomaba otra cucharada de sopa. Hacía días que estaba nerviosa. Desde que descubrió aquella carta entre los papeles de trabajo de su esposo una angustia indomable se había apoderado de todo su cuerpo. No pudo evitar derramar algunas lágrimas cuando al leerla descubrió que, Daniel, su compañero, la estaba engañando con otra mujer. Sintió como su corazón se iba arrugando, poco a poco, hasta hacerse diminuto y como un odio implacable le hacía apretar fuertemente los dientes para volver a abrirlos en un grito que exhalaba un : ¡¡¡Noooo!!! A partir de entonces su vida se convirtió en un tormento. Cuando Daniel se marchaba a trabajar ella se quedaba sola en la casa y creía volverse loca. Imaginaba cómo sería aquella mujer. Seguramente una morenaza, alta y llena de curvas. A Daniel siempre le habían gustado mucho las féminas exuberantes. "Una mujer sin curvas es como un mar sin olas. No hay pasión" Decía, de vez en cuando.

Ciertamente los últimos años no habían sido muy buenos para la pareja. Daniel se había vuelto distante y frío, casi no hablaba con su esposa. Económicamente las cosas tampoco marchaban demasiado bien, el sueldo de Daniel era escaso y si no hubiera sido por la ayuda de la adinerada familia de Julia habrían tenido serias dificultades.
"¿Por qué?" Se preguntaba ella "¿Es que no le di el cariño suficiente?" "¿Es que no le traté como él esperaba?"

Los días iban pasando y Julia, poco a poco, se iba trastornando cada vez más. De pronto, un pensamiento enfermizo cruzó su mente: "Ese desgraciado debe morir". Aquella idea la asustó pero estaba tan dolida, tan aturdida por aquella situación que ya no diferenciaba entre el bien y el mal. La siguiente semana la pasó pensando, planeando la manera de matar a su marido. Ya, ni siquiera dormía, su vida estaba dedicada a un solo fin. Daba vueltas por el pasillo, por las habitaciones intentando la manera de deshacerse de aquel ser que la había humillado sin piedad. Iba a ser difícil pero eso no le importaba nada. Entonces se le ocurrió. Le pondría cianuro en la comida. Si se la administraba a pequeñas dosis durante un determinado tiempo la muerte podría ser fácilmente confundida con un ataque al corazón. Todo podría haberle salido bien sino fuera porque su marido había ideado el mismo plan. Si la mataba heredaría todo su dinero y podría ser feliz junto a la mujer a la que realmente amaba.

Ahora, junto a la mesa, frente a su marido, Julia se moría. Él, sonreía. La mujer le miró en los últimos instantes de su vida y también sonrió. Daniel seguía tomando una cucharadita tras otra de... veneno"

No tardé mucho en leer aquella historia. La tuve un momento entre mis manos y después, un poco adormilada ya, me incorporé lentamente para colocarla donde la había encontrado. Miré a mi alrededor. Otra vez soledad, otra vez tristeza, otra vez vacío. Mi hermana no iba a volver. El reloj marcaba las doce y el tic-tac de sus manecillas, inapreciable durante el día, ahora se adueñaba del silencio convirtiéndose en un murmullo insoportable. Me sentí rara. Me pareció haber vivido parte de lo que aquellas hojas de papel contaban. La muerte de mi hermana había sido supuestamente provocada por un infarto y la ocurrió mientras comía, como a la protagonista del cuento. Mi familia es de clase alta y recuerdo que un mes antes de morir mi hermana nos pidió ayuda económica. Nos contó que su marido llevaba un tiempo sin trabajar y que estaban un tanto apurados. Nosotros, por su puesto, les dimos todo el dinero que necesitaban. Mi cuñado, Juan, ahora, heredaría todas las pertenencias de su mujer: las diferentes cosas que tenía distribuidas por Francia, el porche que le regaló papá, sus joyas... No sé, todo aquello se parecía tanto a lo que se narraba en el relato ¿Y si Juán inconscientemente escribió lo que más tarde pensaba hacer? No, no podía ser pero.. pero y si él...¡¡¡Oh, no!! ¡¡Dios mío!!!

Me puse histérica. Como poseída por un espíritu demoniaco. Comencé a revolver toda la casa. Busqué por chaquetas, libros, cajones, estanterías, armarios.... intentando encontrar algo que corroborara mis sospechas y entonces, escondidas dentro de un cojín, hallé un montoncito de cartas. Eran para mi cuñado y la mujer que las había escrito no era mi hermana. Sentí ganas de vomitar. Las leí todas. En una de ellas, la más reciente, decía: "No sé si debemos hacerlo, Juan. Quizá se den cuenta. ¿Y si descubren que la muerte de tu esposa no ha sido provocada por un ataque al corazón? No estoy segura. Heredarás todas sus riquezas, sí, pero ya te he dicho mil veces que a mi eso no me importa, que lo más importante es nuestro amor...."

Una repulsión atroz hacia mi cuñado envolvió mi alma "¡Ese hijo de puta!" Las lágrimas, una vez más, corrieron descontroladas por mis mejillas hasta caer al suelo "¿Cómo se las habrá ingeniado para engañarnos así a todos?" Me pregunté.

De pronto sentí como la puerta de la calle se abría. Escuché unos pasos lentos acercarse. Me apresuré a poner de nuevo las cartas en su sitio. Mi cuñado entró entonces en el salón. No parecía borracho. Me saludó:

- Hola
- Hola.- Contesté.