La esperanza siempre es gris, como las paredes de esa habitación. De mi verdadera habitación. Al amanecer, los rayos del Sol acarician su oscuridad e intentan iluminar mis ojos pero la esperanza sigue matándome, poco a poco, con su presencia oscura. Corre por mis venas tiñiendo la sangre con su fuerza y todas las palabras, entonces, pierden su significado, y todas las personas que conozco dejan de ser ellas para convertirse en esperanza. Solo esperanza, siempre esperanza. Y él me lo dijo "no pierdas la esperanza" dichoso ángel de mi vientre y garganta. Los recuerdos me amenazan con esa canción amarga de estribillo resplandeciente. Quiero ser como él. Contar con su inteligencia, su fuerza, su estilo. Le veo, sentarse en el escalón de un portal. Mira el suelo y se abraza a sí mismo. Está cansado y solo tiene veinte años. Sé que no dormirá en casa. La noche, el portal y la amistad de ese gato que ahora no quiere soledad y junto a él se ha acurucado serán suficientes y necesarios.
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No volverás a usarme. Me quedo aquí pues he de llevar a otro. |