lunes, 13 de julio de 2015

A P.

Existen molinos de viento. Molinos de viento por todas partes y no solo en Castilla. Y no solo en esa Castilla.

Mi amigo Pablo leyó "El Quijote" en la cárcel y fue allí donde perdió el norte. Entonces decidió tatuarse en el brazo un escrito japonés, que, según él, quería decir: Norte, Sur, Este y Oeste y yo pensé... pues no te vayas al Norte porque lo has perdido, ni al Este porque tampoco con este, ni al Oeste que es por donde se pone el Sol y entonces solo habrá oscuridad en tu corazón. Mejor al Sur donde se viste gracia y amor verdadero y las aspas, como las de un ventilador no coratarán tus dedos si es que no te cortas en luchar contra molinos de viento. Pero no quiero ser Sancho Panza y vivir una psicosis compartida, ni tampoco a la deriva. Castilla está hechizada por un demonio, como los que están ahí arriba y quizá todos andemos medio locos o con esa venda que nos hace caminar como sonámbulos para no saber esa verdad que duele, que duele como un caso perdido pero que no es el mío ni el de mi amigo. Quizá todos andemos medio locos como nuestro cotizado Don Quijote pues en la sombra o a la luz luchamos contra esos monstruos que, en la noche, atacan y asustan hasta a los más niños. Sin escrúpulos, sin dignidad y digno eres tú, amigo, Pablo. Al menos de mi amistad porque yo también leí "El Quijote" y perdí el norte, a medias, solo, tal vez y no fue en la cárcel aunque encadenada me he visto bastantes veces. Yo perdí el norte sentada en mi sillita de mimbre, de muy niña, con gritos y peleas de fondo. Sí, solo tenía cuatro años.

Y tanta dulzura dedicada a un pobre diablo, ángle caído ensalzado. Monumento en Madrid, Turín y Roma puede dar lugar a un tiempo seco, sed de sal, de desparpajo, diversión y excesos pero no es eso. El Universo se revolverá pero no, no habrá otro Big-Bang ni tampoco el Diluvio Universal pues Dios parece haberse quedado muy atrás. Solo las aspas de esos monstruos-molinos no podrán parar de dar vueltas y perderán la cuenta y ya no sabrán ni sumar y entonces lloverán lágrimas y alegrías de ángeles buenos, caídos también pero en lo cierto y nos alimentarán de su sabiduría calmando nuestra sed. Renacer ante una, dos, tres, mil el mundo entero a nuestros pies. El mundo entero de los que ellos son testigos, de los que todos somos testigos y mientras una anciana aprieta un rosario arrodillada frente a Jesucristo yo blasfemo contra él en plena iglesia. Mareo los molinos, nosotros mareamos los molinos al igual que ellos intentan, convencen tergiversando y nunca llegan a nigún lado. Y desaparecerán los tribunales, los malos bares, los centros de in-salud mental porque para menta ya tengo mis caramelos. Quemaremos hasta los camiones de bomberos porque no apagan ningún fuego y, ni mucho menos, el que es cuestión de pasión.

Y, al final de este cuento, que cuenta mucho pero no es cuento. Tú y yo, y tantos, tantos otros que luchamos contra molinos de viento por leer novelas de caballerías u otras tonterías, obsesiones compulsivas sin remedio, cura ni culpa y, en el fondo, puede ser un sí o un no, un no te preocupes, nos volveremos a ver si está de Dios, de la vida, del amor o des-amor. Deshoja la margarita maldito, deshojo la margarita, maldito. Da un sí por respuesta, quizá trucada, como la propia vida, los dados no los lanzabas tú. La vida puede acercarnos o alejarnos en la lucha, esta vez juntos, contra esas manos cuyos dedos son afilados, cuchillos desesperados en pesadilla eterna que quieren contagiarnos.