sábado, 24 de diciembre de 2011

La madre que dejó de ser madre


Marta tenía un niño pequeño. Un niño de manitas gordezuelas y sonrisa embriagada. Un niño que le devolvía la esperanza cuando, después de mañanas en soledad bajo la mirada atenta de un cubo y el ir y venir de una fregona danzarina, le encontraba a la puerta del colegio. Marta le llevaba su pan con quesitos y después iban al parque donde el niño se columpiaba y se ensuciaba con la arena. Al día siguiente todavía quedaban granitos por la casa y parecía que estaban de vacaciones en una casita blanca cercana a la playa. Cuando el niño cumplió los seis años a Marta le dijeron que tenía que trabajar. Se había pasado algo más de un lustro siendo madre. Dejando a un lado sus intereses como mujer y convirtiéndose en la salvadora y cuidadora de un diminuto ser y un gran sabio. Ahora debía retomar su actividad laboral, eso era lo que tenía que hacer. Eso le dijeron. Y Marta se lo creyó. Apuntó al niño a una Ludoteca donde pasaba todas las tardes con otros niños de edades similares y así ella buscó trabajo. Se presentó a modelo pero no la cogieron pues Marta se había estropeado mucho. Su necesidad de estar siempre bien despierta para resultar eficaz en el cuidado de su hijo y de su casa le impulsaba a tomar varias tazas del café al día por lo que unas incipientes manchas color tostada acabaron con el brillo de una dentadura que en otro tiempo fue blanca con una sabrosa manzana .Ya no lucía la bonita melena de antaño sino que su pelo había perdido lustre y se mostraba pajoso como el de un espantapájaros en medio de un maizal y sus uñas mosdisqueadas acababan con toda la elegancia y glamour de sus manos. Definitivamente no la quisieron. Probó a presentarse a cantante pero su garganta se hallaba dañada por el consumo excesivo de tabaco al que recurría como bálsamo ante una vida estresante que le erizaba los nervios y le cortaba la respiración. Fué a encuestadora pero en la entrevista le preguntaron que ¿qué había hecho durante aquellos seis años en los que en su curriculum no se mostraba ninguna actividad? Se presentó a secretaria pero como no era bilingüe le dijeron que no era apta para el puesto. Por último probó con lo único que llevaba practicando desde que su hijo nació: el servicio doméstico pero le contaron que buscaban a una latina con los papeles en regla que trabajara por cuatro duros. Agotada llegó a casa. Aquel día su hermana había ido a recoger al niño a la Ludoteca y se hallaban los dos en el salón viendo la tele. La madre vió un niño agotado, su sonrisa era triste como de muñeco estropeado y olvidado en un cubo de basura, sus manos habían perdido su gracia, ya no dibujaban corazones de fantasía en el aire, ahora las guardaba en los bolsillos pues siempre sentía frío y el fulgor de sus ojos se había perdido entre libros y juegos de mentira, hipócritas, alejados de la dulzura y comprensión que solo puede dar la que verdaderamente quiere lo mejor para su hijo. Le vió allí tirado en el sofá y con los ojos llorosos. Entonces le cogió, le meció en su regazo. Sus piernecitas se balanceaban, le sonrió. Le acarició la carita de terciopelo y el niño la abrazó y los dos brillaron mientras el sol se ocultaba y todos los entrevistadores que habían rechazado a Marta volvían exhaustos e insastifechos a sus casas grises como su propia existencia.