viernes, 30 de diciembre de 2011

Paloma muerta


Hoy no hay niños en el parque. Llueve mucho y hace frío. La soledad se mete en los zapatos y no te deja caminar. Hay una paloma herida en medio de la carretera que lucha por sobrevivir. Pero es en vano. Pronto algún coche la atropellará y en el aire ya sólo quedará un gorjeo acongojado y suplicante. Ya sólo quedarán las plumas de una paloma herida, sucia de barro y maloliente. El viento se llevará sus súplicas de paloma triste y el coche se alejará sin mirar atrás dejando a la paloma muerta. No hay niños en el parque. El viento hace que los columpios se balanceen al son de una leve lluvia como brisa de mar. Los niños están en sus casas, ya en la cama, arropados hasta el cuello, esperando el beso de las mamás y tal vez un vaso de leche. Pero ninguno de ellos verá a la paloma herida en medio de la carretera. Ni siquiera la presentirán, no oirán sus súplicas, no sentirán su frío ni su dolor, ni podrán imaginar su fatal destino. Si algún niño de los que no están esta tarde en el parque hubiera conocido a la paloma tal vez la hubieran llevado a su casa y la hubieran curado. Tal vez la habrían dado de comer y la habrían mimado. Pero desde sus casas no pueden ver a la paloma y ya es tarde para salir a la calle. Las madres acuestan a sus hijos. Pero mañana saldrá el sol y muchas otras  palomas acudirán a los parques para recibir migas de pan de los viejos. Y la soledad ya no se meterá en los zapatos para no dejarte caminar, como mucho alguna dichosa chinita. Y de la paloma muerta ya no quedará nada y nadie se acordará de ella.