martes, 27 de diciembre de 2011

El hombre que lo tuvo todo


Unos labios hinchados y violáceos. El rocío resbalando por las uvas de un campo corrompido, incendiado por una felicidad segura. El viento gime a través de las ventanas abiertas y su aliento se llena de heridas al violar lo íntimo de la estancia.
¿Quién escuchó las llaves?, ¿Quién se escondió?
La ardilla, que estalla el quitapenas contra la pared y huye para resguardarse en la madriguera. La ardilla, que en su refugio, continua llorando.
El hombre la había sorprendido bajo su gran mesa de cedro cubierta por el mantel dorado. El animalillo, entonces, no tuvo mas remedio que salir y explicar quien era. Él ya lo sabía. El portero le avisó cuando, aquel día, le vio regresar antes de lo habitual.
"La pintora sigue en su casa, señor Salas. Un poco rara la chica."
El señor Salas pensó en decirla que continuara con su retrato al día siguiente pero el imán de sus ojos anuló su deseo de soledad. Así se hicieron amigos durante un periodo pequeño. Jugaron a los libros, al ajedrez, a las ilusiones... Bailaron sobre la madriguera cuando hubo botellas y copas. Depositaron sus penas en un cenicero y las quemaron apagando allí sus colillas. Les gustaba destaparse con las manos claras de la noche y dejar las ventanas abiertas. Todo lo compartieron con la brisa, a la que endulzaron el paladar.
Hombre y ardilla llegaron a amarse. Entonces, el señor Salas se sintió completo y se volvió loco.
La ardilla le pintaba durante el día, anhelando sentir su cuerpo en la noche. Hasta que una noche no pudo llegar porque el señor Salas decidió no amanecer.