jueves, 9 de abril de 2015

Veo tu desnudez e invento la mía

Él gana cuatro mil euros al mes. Su hobbie es coleccionar los mejores coches, perros de raza, ropa de marca y mujeres de dudosa reputación en hoteles lujosos pues una de sus máximas es "lo barato sale caro". Yo cobro el subsidio del paro y desde el problemilla con mi jefe tengo depre. Colecciono cervezas y cigarrillos y si me apuras también escribo, y mucho. El caso es que cuando me toca ir a verle, como cada mes, entre el día veinte y treinta, al otro lado de su mesa y viendo como apunta cosas absurdas tal vez por inventadas (creo que le importa, tal vez sí, tal vez no, un carajo mi vida) no puedo más que salir y reírme ante la secretaria que me da otra nueva cita y recuerdo esa cara de sufrimiento (ojos de niño al que persigue una abispa, labios tensos, letra temblorosa en un sucumbir de manos en lo que imagina pasado tenga a quien tenga al lado. Le sudan un poco, traga saliva, parece como si se le acelerara el corazón y yo pensando que estaba enamorado)

Ya, en mi propio despacho, quiero creer que llega alguna cliente desesperada por saber si su marido anda con otra y, a pesar de que hace meses, la puerta permanece cerrada, me río abiertamente, junto a mi cerveza porque lo sé: "él tampoco llega a fin de mes".

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