lunes, 14 de julio de 2014

La mesilla de mármol

En mi portal ronda un gato. Vive justo en la planta de abajo y por desgracia un día de tormenta con paragüas usado le pusieron el cascabel. Desde entonces, mi vecino, cree que lucha contra molinos de viento sin darse cuenta de lo que ocurre en realidad. A veces baja a comprar descalzo o en zapatillas y cuando me lo cruzo en el super le digo "oye, chico. Córtate un poco y ponte unos zapatos" y él me responde " es que creo que se los ha llevado una vieja de esas cuya enfermedad no consiste más que en maldad. Y de cortarme, nada". Me dan ganas de responderle que no sé nadar pero creo o pienso, en ese momento, que quizá sea mejor un plan que seguirle el juego. Así que le digo "bay-bay, pequeño. Ya nos veremos en otro momento". Cuando mi padre se marchó dejó todas sus pertenencias en un armario, se fue con la ropa puesta y las manos medio vacías y aunque no sé cuál es su paradero mis sueños me dicen que sigue sus andanzas como buen artista que es. Así que cojo su calzado y lo dejo a la puerta del gato ya que, al fin y al cabo, creo que utilizan la misma talla. El pobre siempre lo echa a perder y yo intento espantar sus sombras con mis canciones. Al día siguiente dejo otro par de zapatos. Mientras cocino le oigo susurrar algo y mientras me baño escucho como cuelga un cuadro demasiado alto. Si llora no me queda más remedio que mandarle al carajo y esa noche sueño que, por fin, toma un atajo o tal vez lo que debería hacer es subirse al tejado. El caso es que, al día siguiente, dejo a su puerta otro par de zapatos y luego, cuando subo con las bolsas me lo encuentro en la escalera. Lleva puestos los zapatos, así que, con disimulo, le arranco el cascabel y sale disparado escaleras abajo. Hace tiempo que no sé de él. Desde que le vi en el portal un día de verano. Y la verdad es que me encuentro algo sola sin sus arranques de llanto o cuando le da por colgar un cuadro. Ayer su imagen se me descubrió entre nubes rosas. Iba con una guitarra detrás de la espalda y una carpeta donde intuí que llevaba las partituras. Los zapatos eran los mismos. Me sonrió en silencio y con dulzura. Y con el cascabel se resbaló la bruja del tercero.

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