lunes, 14 de julio de 2014

¿En qué voz se esconde la verdad?

Quizá sí sea verdad que andamos rotos, como esa regadera con la que suelo alimentar las plantas de la terraza que va a dar al salón, un salón lleno de malas acciones cuya propietaria no deja entrar en su corazón. Y sí, soy yo. No le des más vueltas, tal vez no sea asunto nuestro. Pero sé que te arrancaré de esa tierra seca donde solo puedes calmar la sed a través de tus lágrimas. Hay otra vida para ti, pequeño. Me encargaré de hacértelo más fácil. Cogeré tu mano, en la oscuridad de una noche de invierno y nos iremos deprisa pero sin ninguna prisa. Despacio pero corriendo, como le gusta al viento. Y ya verás como en esa casa, mi casa, podrás abastecerte de lo que has aguantado por tanto tiempo. También ahí, está él. El niño, otro pedazo más de mi. Y si tienes frío, te echaré una manta y si necesitas un beso lo haré sobre tu espalda. Si te resfrías creo que yo soy tu mejor medicamento y si nos cansamos, al cielo lanzaremos un lamento.

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