martes, 31 de enero de 2012

¿Quién ama a la Señorita Rosa?

La Señorita Rosa se pone roja cuando, todos los domingos, se compra unas rosas. Vive enamorada del amor, esperando a ese hombre, a ese macho, a ese príncipe. Su príncipe azul... o tal vez rojo, o verde, o amarillo. Da igual el color si sus sentimientos son radiantes como el Sol o un vestido de lentejuelas. No tiene quien le regale bombones. ¡Pero eso no es problema! Se los regala ella misma.... aunque también de tanto esperar desespera un poquito y en las noches llora. Ahoga sus sollozos en la almohada o llora muy bajito para no despertar a los vecinos y durante el día algún suspirito que otro también se les escapa.

Todos los días se pinta una sonrisa naranja, a juego con la mañana, se calza tacones y se perfuma de vainilla el cuello y las muñecas. Cámara de fotos en mano fotografía a todos los enamorados que se cruza en el camino. Captura el instante del beso que es el que más la emociona y cuando observa las fotos en su ordenador sonríe con una sonrisa que es como la de una niña en su primer cumpleaños.

A veces compra revistas y recorta las fotos de todos los modelos que le gustan. Este por su cabello de mimbre, este por sus rasgos etíopes, este por sus piernas atléticas y este por su peinado a lo "Elvis". "Son todos guapísimos" se dice Rosa. Los pega en la pared y les planta algunos besos llenos de pasión. Luego se hace fotos junto a ellos que más tarde pondrá en un album que llevará por título "Mis amantes".

Pero por las noches mira la Luna y se dice "Estoy más sola que la una".....

Harta ya de cenas románticas a la luz de unas velas que ella solita enciende y apaga, de paseos por la playa sin más compañía que su propia sombra, de gastarse un dineral en bombones y flores la señorita Rosa grita al viento, desde su ventana "¡Es que nadie me quiere!". Nadie contesta. Solo el viento la envuelve y le alborota el cabello pero es un abrazo frío y desagradable. Si el viento fuera un caballero se lo imaginaría alto, muy alto y huesudo. Todo un adonis, vamos.

La señortia Rosa otro día más vuelve a la cama. Con las cartas de amor que ella misma se escribe cogiendo polvo en el cajón, con las rosas en el jarrón de la cocina y algunos envoltorios de bombones estorbando sobre la cama. El album, con todos sus chicos, descansa abierto sobre la mesa y en su cámara hay tesoros de besos y corazones. Así se acuesta y, una vez más, llora.

Al día siguiente, al mirarse en el espejo, encuentra la razón de tan mala suerte. ¡Lleva una pegatina en la frente que reza "Solterona"! "¡Dios mío!" Se dice "¡Por eso no se me acercan!" Y la arranca con energía. En su lugar se pone otra que dice "Estoy libre" y sale a la calle.

Entonces encuentra a un muchacho que no es príncipe ni macho. Es un hombrencito hogareño y jardinero que nunca llegará a regalarle bombones, ni a escribirle cartas de amor pero que todos los días le da una flor y le susrra un "Te quiero" al oído. En primavera la lleva al campo y llena los balcones de tiestos y de inciensos las habitaciones.
El amor que traen las olas