jueves, 29 de julio de 2021

Mary y Pablo

 


Mi madre terminó de contarme el cuento, me besó en la frente y apagó la luz. Yo cerré los ojos. Quietud, silencio, oscuridad... Entonces un carro de bueyes se cruzó en mi camino, intenté frenar pero, por alguna extraña razón, el coche no paró y me estrellé contra el carro. Una fulminante oscuridad me envolvió. Sensación de paz, desahogo. Dónde me hayan? Entonces una luz me iluminó y vi el rostro de una mujer morena, con los ojos claros y los labios rojos. Me dijo,  unos instantes susurrante, al oído que se llamaba Mary y que pronto nos veríamos. Sonó el despertador.

Aquel día me sentí de lo más ruín y miserable. Mi jefe pretendía que vendiera una casa en condiciones que rozaban la ilegalidad y con precio desorbitado en lo concreto pero asequible para unos pobres extranjeros que trabajan en el campo y a los que nadie quiere alquilar un piso. Aquel día lo vendí. Un éxito para mi fracasada carrera como agente inmobiliario, que me sumió, por unos instantes, en una tristeza profunda, en la desesperante imagen de un pozo por el cual caes y nunca llegas al suelo. Abismo.

Bajo mis pies el ponzoñoso y duro asfalto, olor a coches y nubes negras me devolvían a la majestuosa ciudad de New York en Estados Unidos. Aquí todo es banal, tanto el amor como tu cartera. No sé por qué me acordé de mi madre, que solía contarme cuentos antes de dormir. Quizá porque ese sea el único amor que se pueda forjar y nunca ser destruido a pesar del monstruo de la superficialidad, crueldad, mediocridad como una mujer rubia, con tacones y uñas pintadas de un rojo bermellón clon de una mujer rubia, con tacones y con las uñas pintadas de un rojo bermellón. Entonces la vi. Sí, la vi a ella. Me refiero a que, por fin, vi a una mujer genuina y profunda, de voz dulce como el agua del río, con ondulaciones en su pelo y ojos azules como el inconmensurable Universo. Como un repiquetear de estrellas su tez pálida estaba surcada de pecas y un lunar al lado de la boca le aportaba cierta sensualidad de Diosa fértil como Afrodita. Firmaba libros a la puerta de una librería. Cogí uno de ellos y lo compré con la intención de tener la oportunidad de hablar con aquella mujer tan sencilla y, al mismo tiempo, con un halo de misterio como un rayo de Lun. Cuando me acerqué a que me firmara el libro no pude evitar decirle con toda la sinceridad de mi corazón:

- La he estado observando y es usted bellísima.

Dos incipientes redondelitos rojos asomaron a sus pómulos y se fueron extendiendo como una acuarela bajo la lluvia.

- Gracias. - Dijo ella.

Noté que le temblaba el pulso al firmarme el libro. Se llamaba Mary Spencer Smith. La invité a una copa y ella no se negó.

Pablo la llevó a un garito un tanto singular. Las paredes estaban revestidas de madera de cedro de color rojizo que aportaba la sensación de hayarse en una cueva rupestre. Sobre la madera había pósters en blanco y negro de iconos como Marilyn Monroe o James Dean. La luz artificial y centelleante se proyectaba en las motas de polvo provocando una lluvia de colores psicodélica. Se acercaron a la barra. Ella pidió un Jin-tonic y él un vino. A medida que iban bebiendo y charlando sobre temas de lo más variado sus cuerpos se hacían más cercanos. En Mary se disparó la oxitocina lo que la hacía sentir confiada y a gusto con él. A nuestro agente inmobiliario, Pablo, se le disparó la entrepierna. Terminaron en casa de la escritora haciendo el amor. Pablo, se sintió mágicamente enamorado, estaba seguro de que la había visto antes en algún sitio.

- Vamos! Despierta de una vez o llegaremos tarde a la boda!

- Joder! - Murmuró Pablo abriendo los párpados pesadamente e intentando despertar de un sueño tan profundo como un vaso sin fondo. Tenía el libro de Mary entre sus manos.

Su compañera de cuarto, Susy, artista underground y Licenciada en Filología Hispánica, le miraba con fastidio y cruzada de brazos al otro lado de la cama.

- Estoy enamorado, Susy.

Tú? El hombre sin escrúpulos que vende una casa trapera a unos pobres rumanos?

- Te lo digo en serio, ayer estuve con ella. Es preciosa y se dedica a escribir.

- Cómo se llama?

- Mary Spencer Smith.

Susy se echó a reír a carcajadas.

- Aún te dura la borrachera de ayer?

- Por qué? - Preguntó Pablo desconcertado.

- Ese es el nombre de una escritora del siglo XVI. Está muerta.

- Estuve con ella, lo juro, firmaba sus libros a la puerta de una librería de la Gran Avenida.

- Joder, Pablo. Tenemos una boda, no estoy como para escuchar tus estupideces. Date prisa y vístete y ya, de paso, échate un cubo de agua por la cabeza a ver si entras en razón.

- Ja,ja. No, en serio, Susy, llévame a su casa. Te la presentaré y así verás que no es un sueño.

- Y la boda? - Dijo Susy.

- Al carajo la boda!

Montaron en el coche.

- A la izquierda. Recto. Dentro de poco llegaremos. - Animaba Pablo a la apurada Susy.

De pronto, estalló una tormenta.

- Ya estamos. - Dijo Pablo.

En aquel momento un carro de bueyes se cruzó en su camino.

- Susy, frena!

- No van los frenos! - Chilló Susy histérica.

Pablo abrió la puerta del coche y se tiró a la carretera a tiempo. Susy se estrelló contra el carro.

En el mismo lugar donde se encontraba la casa de Mary había un campo de Cipreses por el que empezó a pasear Pablo sin dar crédito a una realidad que él se definió a sí mismo como alternativa. Se olvidó de Susy. Se olvidó de todo por unos momentos. Empapado por la tormenta tropezó con una tumba en cuyo epitafio rezaba el nombre de la escritora que, como Susy le dijo, databa del siglo XVI. Un alarido se le escapó de lo más hondo de sus entrañas y fulminado por un rayo cayó muerto sobre la tumba de su amada.

- Te ha gustado el cuento? - Le dijo su madre besándole en la frente.

El niño asintió con la cabeza y la madre sonrió y apagó la luz.

Quietud, oscuridad, silencio. Abismo.