martes, 11 de noviembre de 2014

El ladrón de sueños

Un día, a través del Diario Semanal, llegó a mi la noticia de que en mi ciudad rondaba un ladrón de sueños. Más tarde la alerta me comunicó que vivía en mi calle y más tarde me enteré de que era vecino de mi portal. Por aquel entonces yo no hacía más que soñar y soñar, con gentes diversas, les ocurrían cosas. Gente conocida y desconocida que luego, a veces, reconocía por la calle. Pero nunca soñaba conmigo misma, situaciones o deseos, creencias o miedos. Las noticias comunicaban que ya nadie soñaba en mi ciudad y que el ladrón de sueños estaba empezando a robar en otros lugares, más tarde en países, después casi en el mundo entero. La gente decía que sus sueños eran de su propiedad y pedían que ese hombre les devolviera sus noches llenas de aquello que les hacía un poco más felices. Empecé a pensar que el ladrón de sueños también me estaba hurtando los míos pues aunque soñaba,
nunca era de mi pertenencia sino sobre otros u otras que, muchas veces, ni siquiera conocía. Me habían robado mis sueños. Bajando por la escalera a comprar me encontré con mi psiquiatra, no tenía ni idea de que vivía en el piso de abajo pues salía por la puerta y me confirmó que era su casa. Aquella noche soñé que ella era la ladrona por lo que mi enfado me llevó a dejar de tomar sus medicinas. A los pocos días mis sueños habituales desaparecieron y empecé a soñar conmigo, mis miedos, deseos o creencias subconscientes. Nos bombardearon con noticias que decían que el ladrón de sueños había dejado de actuar y la gente comenzaba a soñar de nuevo, había parado la amenaza y la búsqueda y captura del ladrón de sueños se había retirado. Aquella noche soñé que estaba feliz por recuperar mis sueños y una voz me dijo que ya no era necesario que arrebatara imágenes y fantasías nocturnas. Sentí miedo y decidí que jamás volvería a tomar esas pastillas.

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